La economía argentina atraviesa la octava recesión en los últimos 30 años, y entre el 10 de diciembre de 2023 y el 4 de julio pasado se tramitaron más de 38.000 procedimientos preventivos de crisis, cifra superior en un 40 por ciento a la registrada en el mismo período de años anteriores.
La profunda paralización que cursan diversos sectores impacta de forma directa en la estructura del empleo (formal e informal), y marca también caídas a la par del descenso de la producción y de las operaciones comerciales.
La industria y la construcción emergen, en este sentido, como los segmentos más golpeados por la coyuntura, no logran despegarse de las mediciones negativas que se acumulan mes a mes, según cifras del propio INDEC. Son dos de los ejemplos más claros a la hora de graficar el panorama actual. Pero hay más: en junio el índice de producción industrial manufacturero dio cuenta de una merma del 20 por ciento respecto de igual mes de 2023.
La provincia de Buenos Aires es uno de los territorios del país en los que más empleos se perdieron desde la asunción de Javier MIilei a la Presidencia de la Nación. En este marco, esta semana, el ministro de Trabajo bonaerense, Walter Correa, advirtió que se agudizan los escenarios de despidos en distintas áreas, y que se incrementan del mismo modo los recortes de turnos, el adelantamiento de vacaciones y las suspensiones.
También las pymes, como generadoras de trabajo genuino, manifestaron su preocupación ante el avance en el Senado provincial del proyecto de suba de indemnizaciones por despidos, asegurando que las pequeñas y medianas empresas están ‘en jaque’.
La ansiada recuperación por el momento no da signos de cercanía. Son tiempos desfavorables, adversos, en los que producir se torna cada vez más complicado.
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