Por Claudia Birello
Para Grupo La Verdad
Junín ha sido a lo largo de décadas, una ciudad que ha aportado – y sigue haciéndolo- estacadas figuras de la cultura, en sus diferentes expresiones.
La Verdad por su parte, dedicó espacio resaltando figuras como las de Lali Almirón, Aída Cipelli, Ángel Mingorance, Cholita Martignoni. Historias que iremos recordando semana tras semana.
Y también personajes como Salvador Martiñán, quien a partir de un hecho fortuito y un don especial para imitar a un grande del espectáculo nacional como lo fue Luis Sandrini, trascendió los límites de su barrio de origen, ya por el año 1939 llamado Villa Belgrano aunque muchos aun lo reconocían como Tierra del Fuego.
SALVADOR MARTIÑÁN
Cruzamos las vías de calle Rivadavia, uno de los grandes problemas olvidados del moderno Junín, donde el tránsito abigarrado revive un viejo suplicio desterrado de los cuarteles militares: el plantón.
Cruzamos las vías y entramos en Villa Belgrano, barrio de historia guapa enterrada junto con el loteo de sus últimos baldíos y aquel nombre famoso de Tierra del Fuego. Y que nos perdonen los buenos vecinos, la exhumación fugaz del recuerdo que del contraste de dos épocas surge la actual, proletariamente triunfante.
Una turba de esos chiquilines del arrabal que detenían el paso cansado de Luis B. Negretti e inspiraban sus versos de la calle, juega con una pelota de trapo en la vereda de tierra.
Están disputando un encarnizado partido de fútbol, cortándonos el paso. Por ahí se produce un entrevero cerca de nosotros y aprovechamos las circunstancias para echarle el guante a uno de los pequeños, un pilluelo vivaz con gorra a cuadro y visera sobre la nunca, como Jackie Coogan en “El Pibe”.
-Oye, muchacho, podrías guiarnos hasta la casa de Martiñán?
El chico que por ser capitán del equipo no puede abandonar el campo de batalla, llama a uno de sus “subordinados”.
-Che, Zorrilla, (Zorrilla es el nombre de un popular jugador de fútbol de Buenos Aires). En este cuadro de cebollitas todos usan nombres por el estilo, acompañalos a los hombres a lo Sandrini.
Hay, indudablemente, un error. Nos apresuramos a rectificárselo.
-Escuchá, nosotros buscamos a Martiñán, Salvador Martiñán, no al señor Sandrini.
– Y bueno, Martiñán y Sandrini son el mismo. ¿No ven que son el mismo?
Frente a tan terminantes afirmaciones, no nos atrevemos a contradecir.
Nos quedamos perfectamente convencidos.
-Vamos entonces a “lo” Sandrini…
-¡Vamos!
Siria 229. Una linda casita con flores cuidadas amorosamente por hacendosas manos femeninas y una cordialidad luminosa como la sonrisa acogedora de los dueños de casa.
-Venimos en busca de una nota Martiñán. Queremos hacerle una nota en su condición de “doble” de Luis Sandrini…
Evasivas modestas. Temor a la publicidad. Nunca salió a la plana de los periódicos para enfrentarse con los ojos inquisidores del lector. Rendición. Por fin hablamos.
-Tuve la evidencia de que podría entretener a mis amigos estando en el servicio militar, hace un par de años. Uno de esos días resolvimos tres compañeros de armas, irnos a un Pic-nic en Punta Alta. Hicimos el viaje. Cuando llegamos, el gran chasco: la fiesta campestre era organizada por una sociedad israelita. Es decir que nosotros, los cristianos no podíamos entrar, así pretendiéramos valernos de las más poderosas influencias políticas…
Imitar a Sandrini
Pero como necesidad agudiza el ingenio, según se dice, y considerando la nuestra como una necesidad espiritual que entraba en refrán, nos pusimos a imaginar el medio de meternos sin que nos pusieran en la calle violentamente. A uno de mis compañeros se le ocurrió que podíamos disfrazarnos de guardapolvos gris, galera y barba negra, como esos personajes que han popularizado los caricaturistas del periodismo.
A mí se me ocurrió la idea feliz y menos riesgosa: empecé a imitar las muecas de Sandrini frente al portero, un hombre de pose solemne que inspiraba respeto. Hice un ejercicio facial agotador. Puse en movimiento todo el engranaje de mi cara. Al hombre le causó una gracia bárbara. Se veía como un chico. Entonces llamó a otros de la comisión y estuvieron hablando un destraba lengua extraña. Luego me dieron la mano, me felicitaron. ¡Y nos dejaron entrar! Privilegio extraordinario ¿no? Todavía me siento orgulloso.
Luego, en vista del éxito seguí mis demostraciones en el cuartel, continuándolas en la vida civil. Hoy soy más conocido por el nombre de Sandrini que por el mío propio.
-¿….?
-Sandrini sabe manejar con maestría psicológica los hilos sutiles de la emoción. Tiene muchos puntos de contacto con el gran bufo inglés Carlitos Chaplin, que hizo reír y llorar a varias generaciones. Hay en las tragicómicas odiseas del personaje de “Loco lindo”, la misma gracia agridulce que nos muestra Chaplin en sus films, uno de los cuales –La Quimera del Oro- lo presenta como un vagabundo protector romántico de una muchacha ciega de la cual se aleja silenciosamente cuando ella recobra la vista merced al dinero obtenido por él para costear la actuación de un célebre especialista. Huye de su novia imaginativa, todo para que no lo vea con esos enormes zapatones ridículos, su chaquetilla andrajosa y su torpeza irremediable: ella que lo soñaba un príncipe o un magnate…
Sandrini también como el héroe de “Tiempos Modernos”, sabe acercarse al corazón del público por las vías de la emoción, de esas quijoterías suyas que tienen una gracia triste, profunda, humana, haciéndonos reír con la sensación de que cometemos una irreverencia divirtiéndonos a costa de las desgracias de un hombre bueno, golpeados por las aspas de los molinos de viento.
-Sobre los imitadores…
– Lo sé. Se ha dicho que la imitación es un plagio. Perdóneseme si soy plagiario. El viejo Alejandro Dumas decía defendiéndose del calificativo: “Todos somos plagiarios en la inmensidad del espíritu todos copiamos. Y lo hacemos porque no hay en él nuevos mundos como no hay nuevos colonos porque todos los continentes están descubiertos”. Yo imito a Sandrini como el medio de pasar un rato alegre con los amigos. Fíjense que el Centro de Residentes Cuyanos y otras entidades han querido hacerme intervenir en sus actos y yo me he negado…
-Queremos una prueba de sus imitaciones y Martiñán nos asombra. El símil es perfecto. Todo el juego mímico, rápido y complicado, su hablar dificultoso y el andar desgarbado son imitados admirablemente por el “doble” que hemos descubierto en una barriada de la ciudad.
Salvador Martiñán no nos confiesa sus sueños de verse un día reflejado en la pantalla. Guarda sus sueños como un avaro porque es modesto y porque en consecuencia considera su habilidad y su extraordinario parecido físico con Sandrini como algo que no puede llevar su nombre más allá de nuestras limitadas fronteras pueblerinas más allá del círculo de sus amigos.
Y sin embargo, ¡cuántas cosas podrían hacer los directores argentinos con la arcilla de este artista instintivo! Nuestros directores que buscan caras nuevas, valores inéditos, figuras que no sean paradojalmente viejas.
Martiñán, aparte de su notable semejanza con el helado –Quijote de “Palabra de honor”, es uno de sus imitadores más perfectos. Ignoramos sin en el país existe alguien que pueda disputarle a nuestro héroe ese honor artístico, pero este “loco lindo” que hemos encontrado en nuestras andanzas periodísticas por la ciudad es un “doble” magnífico
GRAN VELADA ARTISTICA
Una extraordinaria expectativa rodea a la gran velada artística y baile que mañana a las 18 horas se llevará a cabo en las instalaciones del Centro Recreativo Ferroviario que ha sido preparada con el simpático fin de beneficiar a la señorita Rosa Villarreal, estimada vecina del barrio Villa Belgrano, que ha evidenciado estimables condiciones para el cultivo de las producciones literarias.
Se trata de un festival a base de números locales, que ha sido gestado por los señores Juan Negrelli y Segundo Quiroga, a quienes secundarán en esta plausible iniciativa, un grupo de elementos entregados a distinto género del arte escénico, quienes prestan su concurso en forma totalmente desinteresada. Es oportuno hacer resaltar el espíritu solidario que prima en esta ayuda social y esperemos que estos sanos principios cuenten también con la decidida cooperación del vecindario.
Al efecto se ha confeccionado el programa siguiente:
-Apertura del acto por el setarra (sic) dirigida por Luis Reverbieri y Genaro Vilches.
-Conjunto de armónica. Cantor, Zerillo.
-Recitadora Dorita Cacciola
-Cantor Enrique Dular y sus guitarristas
-Recitador Criollo Ubaldo Buscarreta.
-Cancionista Olguita Labriola y sus guitarristas.
-Subirá a escena el “esquech” (sic) parodia de “El Canillita y la dama” interpretado por Juan Negrelli y Salvador Martiñán, el gran imitador de Luis Sandrini.
-Cantor Alberto Rueda.
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