Por Claudia Birello
Para Grupo La Verdad
Francisco Leal es un hombre que elevó un déficit de pocos pesos a la apreciable trascendencia de un haber voluminoso.
Con el dolor que seguramente sintieron nuestros inmigrantes al dejar tierra y familia, se fue escribiendo la historia argentina y por ende, la de nuestro pago chico.
La Verdad, con sus más de 100 años de vida, volcó muchas de esas vivencias en sus páginas. El periodista César Brignolo, en los primeros años de la década del 30, fue el responsable de reflejar y describir a aquellos hombres laboriosos, con una redacción periodística propia de la época, que respetamos.
Cuando desembarcó de España, tierra natal de donde había venido en carácter de inmigrante, en busca de los fecundos horizontes de América, Buenos Aires aprisionándolo con sus encantos maravillosos, le escamoteó como por arte de magia, las pocas pesetas que traía en los bolsillos y cuando ya le restaban venidos al cambio, nada más que 18 humildísimos pesos, los “chorros” del paseo de Julio de aquella época brava en episodios policiales, se los limpiaron bonitamente con esa habilidad sigilosa que es característica de los ladrones criollos.
Leal no se desanimó por ello. En realidad, había perdido tan poca cosa… Pidió prestado a un amigo de esos que actualmente han desaparecido casi totalmente, el importe del pasage (sic) a Junín donde tenía un pariente noble y generoso, y llegó a esta benemérita ciudad una tarde de mediados del 1900 –ahí es nada-, a 8 o 9 días de su desembarco en la dársena porteña.
Desde entonces la vida de Leal se entrega íntegramente al oficio de panadero que todavía profesa con verdadero culto.
Mamerto Irisarri fue su primer patrón y en el establecimiento de este vasco fuerte actuó durante un año tesoneramente para trasladarse al cabo de él, a la metrópoli donde por dos más, prosiguió la trayectoria comenzada en Junín.
Pero este empeñoso derrotero de trabajo debía sufrir un paréntesis inesperado que Leal nos relata con la sencillez habitual en su carácter sincero, resuelto y plácido.
-Por aquel entonces quizás debido a la intensidad del esfuerzo que ha venido desarrollando, enfermé de tal modo que llegué a alarmarme, lo cual me decidió por otra parte a regresas a España con el fin de visitar a mis padres y reponerme entre ellos.
Y agrega nostálgicamente:
-Cuando uno se encuentra sólo y sufriendo, lejos de su patria, siempre es agradable volver el espíritu hacia el rincón nativo donde el pasado nos espera para unirnos al presente como si fuera un puente en el río de olvido.
Nueve meses después de su retorno a Europa, Leal enfila nuevamente la proa de sus nobles ambiciones, hacia esta tierra pródiga que había bosquejado para su porvenir una perspectiva risueña. Restablecido totalmente llegó de vuelta a Buenos Aires, en 1904 para reanudar sus actividades de panadero hasta 1907 en que por segunda vez Junín le atrajo con seductoras promesas.
Para entonces Leal, que había ahorrado concienzudamente una parte del producto de sus esfuerzos como han hecho casi todos los hombres de la generación pasada, aunque sin dejar esa enseñanza a la presente, trató de hacer un esfuerzo personal para independizarse del yugo patronal y se asoció a Villalba, con quien adquirieron el antiguo establecimiento de Bonero y Álvarez, denominado El Progreso. Pero tentado siempre Leal por los horizontes dilatados de la gran ciudad, decidió con su socio, trasladarse a Buenos Aires a iniciar una tentativa audaz: la de triunfar en ese medio inmenso donde naufragan muchas empresas, aún aquellas que han sido organizadas sólidamente.
Poco permanecieron en la metrópoli, y ya “de vuelta al pago”, el binomio se disolvió y Leal decidió instalarse solo, en calle España esquina la Plata, con un letrero al frente de su negocio que rezaba “Panadería La Colonia”.
En 1912 remarca la vida de nuestro reporteado, un acontecimiento íntimo de gran significación para su espíritu, se casa. Y en ese mismo año forma sociedad con su cuñado Aguiar, con quien levantan el primer edificio propio que ocupa hoy lapanadería El Cañón, nombre con que aquellos la bautizaran al ser inaugurada.
Y ahora llega el esfuerzo máximo, la mejor página, el más digno hecho de la vida de este luchador tesonero y honesto que ha enaltecido su nombre con el blasón del trabajo consciente y honrado.
En 1920, antes de desprenderse de “El Cañón” que vendieron, se establecen en la calle julio A. Roca 74, la fideería El Récord, que perteneció la firma Aguiar, Leal y Pérez, bajo la misma razón social, el poderoso establecimiento que hoy honra a la industria de Junín continuó hasta el año 1926, que la firma primitiva se trocó por la de Leal, Di Giácomo, Pérez y Cía., para venir en 1928 a reducirse definitivamente al rubro actual que es el de Leal, Pajoni, Pérez y Cía.
Entre tanto, en el 27, aparecía el modernísimo y lujoso local que ahora ocupa la panadería La Nueva Época, bajo la firma Leal, Aguiar y Cía. Completando así el cuadro cronológico de las actividades de nuestro reporteado.
Como se ve, la vida que describo es larga, llena y proficua de acontecimientos múltiples. Pero de entre toda ella que redactada en la forma que yo lo he hecho, resulta tal vez un poco monótona a pesar de la rigurosa fidelidad histórica que he querido conservar y quizá por ello mismo, puede entresacarse una enseñanza provechosa. La vida de Leal que yo he expuesto aquí, como la de tantos otros hombres juninenses que se han hecho solos, que son, como se dice, hijos de sus obras, no se saca a la luz pública con el solo y único propósito de divulgarla para el comentario o de orientarla hacia el halago del interesado. El relato de este esfuerzo tendido en línea recta a través del tiempo y acaso de los contrastes, debe constituir una guía para la juventud que ha de entresacar de ella el provecho de una hermosa lección. En esta época escéptica, de indudable decadentismo (Sic) espiritual en que el esfuerzo se diluye en la pereza natural del carácter o en la indolencia del “menfichismo” más o menos filosófico, es conveniente que surjan a la luz pública estas existencias, con fuera de símbolos.
Pero he hecho hasta este momento una digresión (sic) mental y me olvido de relatar lo más interesante de la entrevista. Al irme pregunto todavía a Leal:
-Y Ud. , que llegó aquí con el pasaje, ¿Cuántos miles de pesos tiene ahora en el Banco?
-De eso no hablemos –me respondió risueño este “galaico macanudo”. En la época actual, nadie tiene nada, menos yo.
Por si le faltaran valores a este hombre que acabo de presentar, hasta es modesto.
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