El café debe estar caliente, según la costumbre argentina, pero las ‘cafeterías de especialidad’ tienen otras reglas. ¿Es un cambio cultural o un error?
En la Argentina de los últimos años, hay una guerra silenciosa en cada esquina: la temperatura del café. Lo que antes era una certeza –pedir un café y recibirlo bien caliente, humeante y en taza chica– ahora se convirtió en una ruleta rusa.
Un usuario de Twitter se quejó porque le sirvieron el café a 60 grados y la respuesta del local fue que “lo servimos a esa temperatura“. La indignación virtual no tardó en llegar, y hasta apareció un abogado para meter la ley en la discusión.
El usuario en cuestión no estaba solo en su lucha. La idea de que el café debe estar bien caliente es una costumbre arraigada en el país, casi al nivel del mate amargo o la pizza con fainá.
Pero la irrupción de las cafeterías de especialidad lo cambió todo. Ya no alcanza con pedir un café con leche o un cortado. Ahora hay que elegir entre un flat white, un macchiato o un affogato. Y, como si fuera poco, no vienen a la temperatura que el argentino promedio espera.
El derecho a un café caliente: ¿qué dice la ley?
El abogado que intervino en la discusión, conocido en redes como “Derecho en Zapatillas”, puso algo de claridad legal en el asunto. Explicó que, si bien es legal servir el café a cualquier temperatura, el local debería advertirlo previamente, citando el artículo 4 de la Ley 24.240, que habla del deber de información al consumidor.
En otras palabras, si alguien espera un café que queme la lengua y le sirven un tibio brebaje de 60 grados, podría quejarse con respaldo legal.
Lo cierto es que esta tendencia de servir el café menos caliente no es una conspiración contra los amantes de lo tradicional, sino una importación cultural.
En muchos países, especialmente en los que tienen una fuerte tradición de café de especialidad, la temperatura de servicio es más baja que la que acostumbraban las cafeterías argentinas de antaño. Supuestamente, esto permite apreciar mejor los sabores y evitar que el café se “queme”.
“¡No puede ser que en todos lados lo sirvan semi-frío!”
La tercera interacción que se viralizó resume el sentir de los argentinos mayores de 35 o 40 años, quienes crecieron con la certeza de que el café debía estar bien caliente. No es solo una cuestión de sabor: hay algo cultural en la idea de tomarse el café de a sorbos, dejando que el vapor suba y caliente la cara en invierno.
Las nuevas cafeterías pueden tener el café más rico, el mejor grano importado y el tostado perfecto, pero si el café llega a la mesa apenas tibio, el escándalo estará asegurado.
¿Estamos frente a una nueva grieta? ¿Será el próximo debate nacional? Por ahora, lo único seguro es que más de un cliente seguirá pidiendo, con esperanza, que le calienten un poco más el café, aunque más no sea con 20 segundos de microondas.