Como Iglesia arquidiocesana de Mercedes-Luján damos gracias por el Magisterio del Papa Francisco. Desde Luján, a los pies de la Virgen, nuestro Padre Obispo Jorge Eduardo Scheinig presidió la Santa Misa por Francisco.
Concelebró la Eucaristía, a la cual asistieron los sacerdotes de nuestra Iglesia, monseñor Mauricio Landra, obispo auxiliar.
Con el Santuario de Luján colmado de fieles, rezamos por Francisco, hoy y siempre #GraciasFrancisco.
Morir en Pascua
Que Francisco haya muerto en Pascua es un signo de su comunión profunda con Jesús al que siguió hasta el fin. Jesús quiso que Francisco compartiera su Pascua.
Toda la vida de Jesús fue Pascual y así lo vivieron sus discípulos hasta los últimos días de su presencia física y luego de la cruz, muerte y resurrección, su presencia gloriosa.
Los evangelios que leemos en la primera Semana de Pascua nos van relatando las idas y venidas de los suyos: cobardías, temores, escaparse, encerrarse, angustiarse, desesperarse, frustrase y luego, encontrarse, descubrirlo, admirarse, arrodillarse, esperanzarse, con una
alegría desbordante desde el corazón, para animarse y decidirse a salir a anunciar a todos la Buena Noticia: “que Jesús es verdaderamente el Mesías, ha resucitado, está vivo y nos da la salvación, dándonos su Vida en abundancia”.
Tal como lo había pedido el Señor, salen a decirlo a los cuatro vientos y sin miedos, dando testimonio de su Pascua, incluso costándoles las vidas de manera martirial.
Todos nosotros estamos siendo testigos de alguna manera de la Pascua de nuestro amado Papa Francisco. Las enormes expresiones de cariño de tantos, nos hacen dar cuenta de lo importante que ha sido él para muchísimas personas del mundo.
Podríamos decir que también nosotros fuimos y vinimos frente a su persona y a lo que hizo o dejó de hacer, y al final, nos vamos dando cuenta, que todo en este hombre ha sido buscar el bien de la Iglesia y del mundo. Y lo decimos con sencillez, sin querer agrandar su figura, ni dispensarlo de sus fragilidades e imperfecciones.
Deseo dar gracias al Señor por su vida y por el don que ha sido el servicio de su ser Pedro entre nosotros, porque desde ese lugar y en este tiempo concreto de la historia, nos ha ayudado a volver al Evangelio simple de Jesús que es Misericordia para todos, todos, todos.
Extrañaremos su palabra, que en toda ocasión, iluminaba y animaba, especialmente a aquellas personas muy cansadas, que cargan los enormes pesos que por momentos nos pone la vida, que en algunos, pareciese convertirse en un peso inhumano y que además, la sociedad, los sistemas económicos, políticos y sociales, las empujan a los márgenes de todo, de toda posibilidad y de toda oportunidad.
El Papa ha estado siempre, siempre, cerca de los pobres y de las víctimas. Su cercanía, que se convertía en projimidad, se puso de manifiesto en su Magisterio, ya que siempre tuvo una palabra de aliento a los más pobres, pero además, fue una voz fuerte que quiso llamar la atención a los poderosos de la tierra.
Sus gestos han sido fuertes y muy significativos, ensenándonos que hay otra forma de vida y que es posible vivirla. Tuvo muchísimos, visibles e invisibles, enormes y pequeños, sencillos y muy comprometidos. Viajó a los lugares humanamente más castigados de la humanidad. Con sus gestos quiso estar cerca del que sufre. Fue valiente. No tuvo miedo.
Deseo destacar su profunda sensibilidad, que pienso, le venía tanto por su ser religioso, consagrado, como por la escucha a los otros, a muchos otros, en los que confiaba por reconocerlos hermanos.
Muy sensible por su amistad con Dios, que lo llevaba “a sentir con Él y en Él”. De alguna manera, podía entrar en las entrañas de Dios y darse cuenta del amor apasionado que Dios tiene por cada persona, por la humanidad y por todo lo humano. Francisco, podía sentir el
tremendo amor de Dios por su Pueblo pobre y humilde. Igualmente pudo sentir la ira de Dios por el pecado y la injusticia.
Por eso, su ser y su misión se convirtieron en un profetismo verdadero, porque como los profetas bíblicos, se animó a hablar con toda autoridad de lo que Dios sentía y lo hizo, sin medir, ni jugar a ser un equilibrista. Lo hizo en medio de una comunidad política que no tiene hoy liderazgos significativos que se jueguen por la vida de los pobres y de la tierra, porque siendo testigo Francisco que las inmensas mayorías humanas anónimas están descuidadas y abandonadas, les pedía a los poderosos, con voz fuerte: basta de guerras, basta de
injusticias, basta de hambrear, basta de matar inocentes, basta de que sean pocos los que vivan dignamente, porque vamos todos en la misma barca. Pudo hacerlo con fuerza, pero como mensajero de la Paz, porque la falta de Paz en el mundo, le quitaba el sueño.
Francisco ha sido un profeta y por eso castigado y rechazado por nosotros mismos, porque su voz y sus gestos nos interpelaban e incomodaban, porque nos hacían dar cuenta de lo lejos que estamos del sueño de Dios y de una vida infinitamente digna, más humana, más fraterna y solidaria. Vida para todos.
Pienso que, por esa sensibilidad religiosa y humana, que lo ubicaba en ese lugar incómodo que ocupan los profetas y por tener, además, una enorme capacidad para escuchar a las personas y confiar en ellas, es que podía ir madurando convicciones muy profundas. El Papa
Francisco era fiel a su conciencia, a la que hacía crecer en el discernimiento para un obrar concreto. Y luego era su conciencia la que le exigía vivir con autenticidad y coherencia. Ya convencido, podía ir contra viento y marea, a riesgo de embarrarse, a riesgo de que lo
difamasen y que muchas veces sufriese una falta de respeto que llamaba la atención y que hacía pensar que se lo querían sacar de encima. Un ejemplo reciente de esto, fue su posición en el doloroso conflicto entre Israelitas y Palestinos.
En otras ocasiones, lo vimos pedir perdón y lo hacía con humildad sincera. Hemos tenido entre nosotros un hombre con un liderazgo muy original, jugado y comprometido. Era una voz necesaria que vamos a extrañar. Aquellos que junto al Maligno trabajan por deshumanizar al mundo, deben sentir cierto alivio pos su ausencia.
Hablando del legado que nos deja, me gusta usar la metáfora de la foto y la película. Entendiendo la foto como algo captado en un instante o en un período de tiempo. La película comenzó en el Concilio Vaticano II que puso un rumbo a la Iglesia, que al mismo tiempo es todo un estilo: “el dialogo”. Todo en Dios es diálogo, y la Iglesia es sacramento de ese diálogo de Dios con la humanidad y por este motivo, es que no puede hacer otra cosa que generar, animar, favorecer y ayudar al diálogo, tan necesario en todo el mundo. Dialogo, que para Francisco era mucho más que hablar, ya que fundamentalmente es encontrarse y encontrase de verdad, de corazón a corazón. Todos los Papas posconciliares “a su modo”, han sido fieles a este rumbo y estilo que el Concilio determinó para este período de la Iglesia.
Francisco una vez me dijo que un Concilio debe durar por lo menos cien años, llevamos sesenta, faltan cuarenta. Pienso que el Papa Francisco fue el que mejor interpretó y llevó adelante el sueño conciliar. Todo su ministerio Petrino ha sido para favorecer el diálogo, a modo de encuentro.
Hacia el interior de la Iglesia, lo propuso desde Evangelii Gaudium y lo concretó aún más con la Iglesia Sinodal y hacia el mundo, con su visión y propuestas, expresadas de muchas maneras, principalmente en Laudato Sí y Fratelli Tutti.
EL grito de los pobres y de la tierra es un mimo grito y por eso, su amor por los más pobres, los que sufren, los descartados, los excluidos, los migrantes, los sin techo, sin tierra, sin trabajo, los rotos y los diversos grupos minoritarios y además, su deseo de inclusión real de estas inmensas mayorías humanas, para que estén dentro de la fraternidad humana y universal, en la misma tierra que compartimos, todo esto, es por lo que trabajó intensamente y dio su vida. Francisco creyó que la fraternidad humana era el sueño de Jesús
y que el Concilio Vaticano II actualizó para este tramo de la historia humana. Francisco es un HERMANO UNIVERSAL.
EL camino de la Iglesia es el diálogo, en ese camino debe estar el Colegio Apostólico y aquél que tendrá sobre sus hombros la misión de ser Pedro entre nosotros.
Finalmente, su profunda sensibilidad y el amor genuino y tierno que el Papa Francisco tenía por la Madre del Señor, muy especialmente en su nombre de Nuestra Señora de Luján, lo unía sin duda, a esa inmensa corriente que es la religiosidad popular. Además, no me cabe la
menor duda, que el amor a la Virgen, lo unía y lo hacía estar cerca de los más pobres.
Ahora está en las manos del Padre descansando merecidamente.
Nosotros, por el misterio de la comunión de los santos, seguimos estando en sus manos de pastor y padre bueno.
Francisco intercede por nosotros, por el mundo y por tu querida Argentina.