La decisión de Cristina Fernández de Kirchner de aceptar el “clamor” para asumir la presidencia del Partido Justicialista –un ritual ejecutado por terceros detrás del cual se adivina sin dificultad su propia figura- despeja la primera incógnita importante acerca del proceso por el cual el peronismo buscará recomponerse (con pronóstico incierto) del golpe que le propinó el año pasado Javier Milei. Pero tomó por sorpresa al gobernador Axel Kicillof, quien no casualmente optó por demorar un pronunciamiento al respecto que en otro momento hubiese sido casi automático.
Cuando Kicillof bajó el viernes del avión que lo trajo de México se había consumado una doble operación, de la que nadie le informó nada, ni antes ni después. Primero, CFK recorrió La Matanza de la mano de un cura enfrentado con el intendente Fernando Espinoza, alineado con el Gobernador en la interna con Máximo Kirchner. Horas más tarde, el camporismo blanqueaba, con un tweet de Eduardo “Wado” De Pedro, la movida partidaria de la Expresidenta. “Todo se hizo a espaldas nuestra, en nuestra ausencia”: en el entorno del Gobernador leyeron ninguneo y lo consideraron un dato político relevante. De ahí, en principio, el silencio.
¿Implica una ruptura con Cristina? Ni cerca. Pero si Kicillof optó por la cautela, la razón es política: “si lo van a hacer parte de una estrategia, deberían explicarle cuál es”, rezongan muy cerca suyo. No terminan de decirlo, pero sugieren otro motivo: el contexto de disputa interna impone la necesidad de un gesto –aunque mínimo- de resistencia, para no desdibujar la figura del Gobernador. Es cierto que lo combinarán con otro, de signo inverso: cuando Ricardo Quintela, el otro candidato al sillón que quiere Cristina, pise esta semana la Provincia de la mano de Jorge Ferraresi, enemigo jurado de La Cámpora, no habrá en el acto kicillofistas puros.
¿Para qué quiere Cristina un cargo que varias veces rechazó, porque la “achicaba”?, es la pregunta por la estrategia, implícita en el silencio de Kicillof. Hay respuestas múltiples, que la siguiente enumeración no agota: 1) Para ordenar un PJ caotizado por la interna de sus herederos. 2) Para prevenir el surgimiento de un liderazgo nuevo que comande un giro a la derecha del partido. 3) Como paso previo a una candidatura a diputada nacional el año que viene. 3) Para reservarse un lugar de poder si un fallo de la Corte o una ley de ficha limpia le impide postularse. 4) Para condicionar desde ahí el armado de la oferta electoral peronista.
El Instituto Patria insiste en la razón número 2 y acepta parcialmente la 1; en el entorno del Gobernador malician que mucho de la 4 existe, aunque descreen de que la 3 vaya a materializarse. Como fuere, Kicillof dará alguna señal a favor de la nueva centralidad de Cristina tarde o temprano: “su naturaleza es siempre estar con ella”, admiten a su lado. No sienten que su aventura presidencial esté necesariamente afectada por la movida, pero admiten un riesgo: la reasumida centralidad de la Expresidenta puede derivar en una “albertización” de Axel, si deriva en un nuevo intento de ejercer el “dedo” elector. Eso cierre la explicación de la reticencia.
Doble elección
Aunque ya esperada por todos los actores relevantes, la aprobación de la boleta única papel para elegir cargos nacionales es otra novedad importante. Su impacto electoral en la provincia no puede escindirse de otra circunstancia: todo indica ese sistema convivirá –haya o no haya elecciones temporalmente desdobladas- con la boleta partidaria tradicional para los tramos bonaerenses, que el año que viene serán dos, una para elegir diputados o senadores y otro para los concejales y los consejeros escolares. La clave es que esto elimina el arrastre de las candidaturas nacionales hacia las provinciales o locales, lo que modifica bastante el juego.
Una primera conclusión se impone en todo el sistema político: La Libertad Avanza podría salir perjudicada, pese a haber sido una de las impulsoras del cambio. Su principal activo electoral de cara al 2025 son algunas figuras nacionales conocidas, como José Luis Espert o Karina Milei. Pero es una fuerza nueva son escaso desarrollo territorial, a la que le faltan candidatos locales conocidos. Es un riesgo en ausencia de un arrastre nacional que los traccione. Un antídoto podrían ser las alianzas, por caso con PRO. Un detalle: en 2027, el esquema de doble sistema electoral podría favorecer un acuerdo amplio anti PJ a nivel bonaerense, al que podrían sumarse actores que no quieran compartir boleta con Mile, si es que está en condiciones de intentar la reelección.
Una segunda cuestión sobre la que también hay coincidencia: la nueva visibilidad de las boletas provincial y local empodera a los intendentes, lo que es particularmente relevante en el caso del peronismo. Se entiende con un ejemplo: hasta ahora, CFK imponía sus candidatos en esos niveles (muchas veces de La Cámpora) ofreciendo o retaceando ir pegado al tramo nacional, lo que definía la suerte de esa papeleta. Como ahora serán boletas sin conexión física que se usarán en cuartos oscuros separados, ese poder se diluye al máximo. Para los alcaldes es al mismo tiempo una exigencia: no tendrán tracción de “arriba” que los favorezca y al mismo tiempo los condicione, pero deberán encontrar los candidatos a la legislatura y los consejos que les cuiden el poder.
Un último dato, que complejiza todo: la vigencia de la ley de límite a la reelección de intendentes implica que en 2025 muchos diputados y senadores provinciales, a quienes el límite también se aplica, no podrán renovar. Así, la definición de listas requerirá ingeniería política nivel IA, sobre todo si se eliminan las PASO. Habrá intendentes peronistas que querrán ir a las listas legislativas porque no podrán reelegir en 2027. Y una puja para definir candidaturas seccionales, ahora más importantes que antes, combinada con una interna explosiva. ¿Alguien imagina como definirán la oferta de la tercera sección Mayra Mendoza, Julián Álvarez junto con Jorge Ferraresi y Fernando Espinoza?