Por Diego Abdo
Para Grupo La Verdad
A unos 4 km del tradicional pueblo de Morse, sobre la ruta provincial 49, pasando Junín, se ubica desde hace más de 50 años el campo que le da vida a la Chacra La Granja, un emprendimiento turístico y productivo que puede encapsularse dentro de lo que se conoce como turismo rural, donde los visitantes disfrutan y conocen en carne propia cómo se trabaja en la tierra de la pampa gringa, cómo se cría animales y cómo se cocina con productos de la región.
“Abro el corazón, la intimidad de mi familia”, dice Daniel Ferrua, cabeza del proyecto. Las raíces de su familia se mezclan también con otros apellidos como Longinotti y Vigorelli y pueden verse en las huellas que dejaron en cada detalle de la granja como el molino de la entrada, el galpón para eventos o las plantaciones de árboles frutales.
“Es un establecimiento agropecuario que se dedicó siempre a la agricultura y a la ganadería. Este proyecto turístico es un valor agregado, creado con un gran sentido de permanencia y con la idea de sostenerlo en el tiempo”, dice bajito, pausado y con tono entrador Ferrua. De cara a los visitantes maneja los tonos al hablar, probablemente gracias a la enseñanza que le dejó sus años de profesor de música.
El entorno visual y de sonidos naturales que brindan patos, gallinas, cabras, vacas, cerdos, viñedos, silos y una arboleda espesa hablan por sí solos y ayudan a Ferrua al momento de comenzar la visita guiada que él mimos brinda por el establecimiento.
“Los visitantes se identifican con el lugar, hay una gran necesidad de estar en contacto con la naturaleza y con los aromas”, dice mientras comienza a servir la merienda en las mesas de madera de olmos que montó junto a una plaza de juego para niños.
“Un amanecer en la llanura es un espectáculo único. Un atardecer también”, dice.
Chacra La Granja tiene más de 6 años de historia como emprendimiento de turismo con propuestas como las de pasar un día de campo, disfrutar de meriendas con tortas fritas, toras de higo y de naranja, alfajores de maicenas y dulces caseros, u organizar eventos empresariales en su galpón tradicional.
Vincularse con el lugar y con sus sabores y aromas
Su familia es el sostén que le permite a Daniel no estar solo en esta aventura de fusionar su vida diaria, cotidiana y natural en el campo con la visita de turistas que recorren su casa, acarician sus animales y prueban sus delicias caseras.
“Alrededor de toda la familia de campo y las costumbres están las carneadas. Nuestra idea es que la gente en un futuro las pueda degustar. Comer nuestra típica carneada es algo que estamos trabajando para ofrecer”, se entusiasma mientras guía a los visitantes por un pequeño galpón caracterizado por un aroma imborrable nacido de los salamines caseros, chorizos secos, las bondiolas, los jamones, las morcillas y los quesos de cerdos que cuelgan esperando el tiempo justo para ser comidos.
En la espalda de la casa a unos metros se asoma una vista nada frecuente para la zona: un gran silo para almacenar los granos de la producción agropecuaria construido junto a un viñedo experimental que posee uvas malbec, cabernet, merlot y tannat.
“Muchas personas piensan que conocen la vida rural porque viven a 5 minutos de los primeros campos, pero la única manera de conocerla es vinculándose con el lugar y los aromas”, alienta.
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