Por Claudia Birello
Para Grupo La Verdad
En esta oportunidad, tal vez los aspectos más salientes de la carrera en la que Eusebio Marcilla se transformó en el Caballero del Camino al detener la competencia para socorrer a Juan Manuel Fangio que había sufrido un accidente.
Pero también la continuidad de la carrera, las dificultades que debieron afrontar y las anécdotas que nunca faltan.
El relato del actor y testigo preferencial de la Buenos Aires-Caracas, el juninense Miguel Salem.
LAS CONTRARIEDADES DE URRUTIA
Al llegar a La Paz, se efectuaban las reparaciones, aprovechando el tiempo que disponía. Daniel Urrutia trabajaba en el múltiple de escape, que tenía que sacarlo para cambiar válvulas. Y al armarlo se olvidó de hacerle el agujero de salida a la junta del caño de escape, resultando imposible ponerlo en marcha al motor.
Entonces Eusebio, Marimón, Fango y Miguel lo empujaron por la calle, ya que se vencía la hora de entrega al parque cerrado. Se comprobó que tenía chispa, tenía nafta y Fangio despaciosamente le preguntaba a Urrutia, parte por parte de lo realizado, hasta llegar a la junta mencionada más arriba. En ese momento le dijo que si le había hecho el agujero de salida a la junta, fue cuando Daniel se tomó la cabeza y le contestó, “No me acuerdo”.
Fue una escena risueña y rápidamente sacaron la junta y comprobaron que estaba ciega. Era imposible que el auto anduviera. Nos dijo Alem que daba la impresión que Urrutia “venía mal barajado” por cuanto en la etapa posterior rompieron un palier –allí se detuvo Marcilla para ver si podía serle útil, a lo que dijeron que no- y cuando terminaron de armar el diferencial del auto, después de ponerle la tapa trasera, cargado con la única grasa que les quedaba, Urrutia se encontró con que le había sobrado una pieza que era el separador de ambos palieres, por lo que tuvieron que desarmar todo de nuevo. A raíz de ello Fangio estaba bastante enojado. El estado de Urrutia era de excesiva nerviosidad y esa tarde, en Lima, que podrían haber dormido por lo menos una hora, Salem y Urrutia se acostaron en la misma habitación. Este no pudo dormir y tampoco dejó al juninense.
EL ACCIDENTE DE FANGIO
“Mal dormidos, mal comidos, en fin…era tremendo”. Yo hacía ruido con una llave golpeando el piso, para no dormirnos. A raíz de los arreglos al motor, íbamos diez kilómetros por debajo de la velocidad que podíamos viajar. Primero pasamos a Juan, luego a Marimón, pero yo miro hacia atrás y veo un coche que avanza a gran velocidad. Era Fangio que después nos pasó. Él había roto un palier en la etapa anterior y trataba de recuperar terreno. Había largado treinta y tanto y pronto la lucha se centró en él y en Oscar. Ambos se alternaban en la punta ya que el ir puntero era bravo. De repente, cerca de un viraje, veo un auto volcado y lo alerté a Eusebio. Pará que aquí pasa algo.
Enseguida se acercó Fangio y me dijo: Miguel, se muere Urrutia. Lo colocamos en el coche nuestro en mi asiento y yo viajé sentado en el tanque mientras Fangio iba en el estribo, con la puerta abierta. Así llegamos hasta un hospital, donde a Urrutia le prodigaron la atención médica, pero había fallecido. Oscar Gálvez había seguido de largo en el viraje y caído en un cañaveral con piso fangoso. El “Chueco” salió esa noche con la obsesión de que se caería al mar y es así, que el accidente ocurrió cuando quiso sacar al auto del desvío y una rueda quedó afuera del pavimento, yéndose al barranco. En cambio Oscar siguió derecho como venía y pese a frenar se fue al cañaveral con mucha menor consecuencia que el balcarceño. Yo le pregunté a Fangio si se habían tocado los autos y me dijo que no. Oscar, con ayuda de gente del lugar salió y continuó la carrera.
Quiero destacar que, cuando nosotros marchábamos hacia el hospital por la banquina, nos pasaron Juan Gullé, Bojanich y Marimón y no nos vieron, ni se dieron cuenta del accidente. Después de dejar a Fangio y saber del deceso de Urrutia, continuamos hacia Tumbes…”
DE TUMBES A GUAYAQUIL
“Llegados a la localidad de Tumbes, nuestro primer objetivo era el descanso, que no habíamos podido lograr desde la iniciación de la competencia. Fue tan solo una mera ilusión ya que tampoco allí pudimos hacerlo. Entre los agasajos que nos dispensó la gente del Rotary Club y los periodistas radiales que nos comprometían para sus audiciones deportivas, fue escaso el tiempo que tuvimos para dormir. Prácticamente nos acostamos a las dos de la mañana y nuevamente a las cuatro teníamos que estar en pie ya que los 120 kilómetros que separan Tumbes de Puerto Bolívar teníamos que hacerlo en tren de turismo por una disposición de las autoridades del ACA.
Al arribar a Puerto Bolívar a las 8i de la mañana nos encontramos con la novedad que la marea estaba baja y no permitía embarcar los coches en la balsa que los transportaría hasta Guayaquil. Tuvimos que esperar hasta las cuatro de la tarde para embarcar los sesenta coches que estaban en carrera y soportando una temperatura muy alta. Finalizada esta operación subimos a bordo de pequeños barcos que hacen la travesía del golfo. Como no había lugar adentro de estos, tuvimos que tirarnos sobre la cubierta así, charlando y dormitando de a ratos completamos la travesía que duró entre 10 y 11 horas.
TANGOS EN GUAYAQUIL
“Nuestro arribo a Guayaquil se produjo alrededor de la una de la mañana y cuál sería nuestra sorpresa al encontrarnos con una banda que ejecutaba tangos argentinos. La gente nos hizo objeto de una calurosa bienvenida y chicas lugareñas nos convidaban con jugos de fruta que son muy abundantes en esa región. Pasados los primeros minutos nuestro pensamiento era encontrar un hotel donde poder asearnos y descansar de las penurias sufridas en el viaje. Pablo Gulle nos sugirió que fuéramos a tomar algo fresco ya que faltaba poco para que nos entregaran los coches. Sin pensarlo mucho nos dirigimos a un bar cercano y luego de beber cerveza nos dispusimos a retirarnos previo pago de lo consumido. Cuál no sería nuestra sorpresa cuando el dueño del local no quiso recibir dinero argentino y amenazó con denunciarnos a la policía.
“La discusión fue creciendo de tono y estuvimos a punto de irnos a las manos. En ese momento llegó “Corner” Sojit, quien apaciguó los ánimos y después de pagar en dólares nos retiramos. Con Eusebio habíamos depositado 25.000 pesos en el banco ambulante del ACA que nos seguía en un avión, y todos los corredores, quien más quien menos, tenía dinero allí. Ellos se encargaban de cambiar por dólares o moneda del país en que nos encontrábamos.
Pero no sé qué inconveniente hubo, que en esa ocasión no se pudo realizar. La cuestión es que muchos corredores se encontraban sin fondos disponibles y con el grave inconveniente que nadie quería recibir plata argentina. Ante el cariz que tomaban los hechos ya que se habían decidido no continuar y volver a Buenos Aires, las autoridades del Automóvil Club enviaron un despacho urgente a Buenos Aires para que desde aquí se dispusiera alguna medida para poder continuar la prueba. Se llegó a conseguir, por parte del gobierno argentino, que ésta se hiciera cargo de todos los gastos de todos los corredores hasta la finalización del Caracas.
UN DRAMA EN EL ASCENSOR
Un hecho que pudo ser dramático nos ocurrió en el hotel donde parábamos. Al subir a un ascensor con capacidad para cuatro personas, en número mayor de lo estipulado, éste se paró entre pisos sin que pudiéramos hacer nada. Cuando nos estábamos desesperando por la falta de oxígeno, un mucamo del hotel que se había percatado por casualidad de la embarazosa situación en la que nos encontrábamos, pudo hacerlo descender apretando el botón de emergencia. Salimos de allí completamente empapados de transpiración y algunos con una gran crisis nerviosa.
ALGO NUNCA DICHO
Nos entregaron el coche a las 10 de la mañana y nos dedicamos a efectuarle las reparaciones que creíamos necesarias. Estaba en la fosa revisando piezas vitales, cuando se me aproxima Domingo Marimón, quien me pregunta dónde estaba Eusebio. Este había ido a comprar algunos repuestos que necesitábamos, especialmente gomas. Fue entonces cuando Marimón que era ya un hombre un poco gastado para una carrera de tan largo aliento, había continuado por los reiterados deseos que le hicieron Fangio y Marcilla, me manifestó que seguiría en carrera si nosotros no tratábamos de ganarle el tercer puesto. La diferencia que nos llevaba hasta ese momento era de aproximadamente 12 minutos.
En cuanto a los premios, después los repartimos, acotó posteriormente. Eusebio, que lo estimaba mucho a “Toscano”, le dijo más tarde que continuara, que las cosas se desarrollarían como hasta ese momento. Esto nunca se mencionó pero es importante manifestarlo, ya que nosotros, por la lógica consecuencia de lo pasado posteriormente a los Gálvez, hubiéramos llegado primeros a Caracas.
LA ETAPA A QUITO
Cuando entregamos el auto a Parque Cerrado, nos comunicaron que al día siguiente largaríamos la etapa a Quito. Fue sin dudas una de las más duras. Un verdadero infierno. Trepamos catorce caracoles y cuando veníamos en bajada para finalizar la etapa, rompimos la primera de la caja de velocidades.
Dentro de todo fue con fortuna porque de haber ocurrido en la trepada, hubiéramos perdido un tiempo precioso. En Quito pusimos otra caja que llevábamos de repuesto y reparamos la rota, largando la etapa de Quito a Pasto. Ésta transcurrió sin mayores alternativas, consignando como hecho interesante un camino de aproximadamente 160 kilómetros de extensión, hecho por los antiguos Incas. Su estado de conservación era perfecto. Los motores en esas alturas se apunaban lo mismo que nosotros y es por ello que no se podía desarrollar una velocidad de 85 a 90 km. de promedio en la parte llana y de 45 km. en la trepada. Llegados a Quito pudimos descansar ya que después de las reparaciones obligadas al término de etapa, dispusimos un día para hacerlo.
N. de R.: Mañana lunes, tercera y última parte de la entrevista que Miguel Salem brindó a La Verdad recordando la histórica carrera, «La Buenos Aires – Caracas» y la complicación surgida al haber sido descalificado Juan Gálvez quien intentó que interviniera el entonces presidente, Juan Domingo Perón.
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