Tercera Parte
La «conciliación» de 1877: Alem no irá con el mitrisno y rompe con Alsina. Funda el partido Republicano con Aristobulo Del Valle y Bernardo de Irigoyen.
El efecto de la «concialiación» con la concreción del partido republicano, hace de Alem una figura que se contruye con sus propios atributos. Hay convicción por sus ideales (rechazo al fraude y a la corrupción) y coraje para emprender la ación en pos de reformar la representación del poder.
Con Aristóbulo Del Valle ensamblan sus fuerzas para combatir la alianza entre Mitre y Alsina, auspiciada por el presidente Avellaneda.
En 1879 el presidente Avellaneda sostiene el proyecto de capitalizar la ciudad de Buenos Aires. El gobernador Tejedor se opone. Alem coincide en su rechazo pero los fundamentos no son los mismos. El proyecto se iba a trasladar al futuro como un símbolo de concentración de poder, desplazando el equilibrio posible entre las provincias y el anhelo federal.
Llega Mayo del 80
La «conciliación» se disuelve apenas se delinean sus candidatos. Avellaneda descubre en su ministro de guerra el hombre que con el telégrafo y el winchester aniquiló la savia pampeana del aborigen. Enfrente está Tejedor con la fuera económica, militar y política de la provincia. El entramado hace que encuentre un apoyo en el general Mitre. La alternativa es para Alem intransitable.
En plena campaña se pone en luces de estrellato la ruidosa gesta contra el indio. Alem no encuentra el brillo que se muestra en una lucha desigual a pesar de los resultados económicos que la ocupación de las tierras significaba para el comercio y la producción ganadera.
Ante la donación de tierras por las acciones meritorias Alem alza su voz ética sentando las desconocidas bases que el cumplimiento del deber no implica ni requiere el reconocimiento económico.
La confrontación política deja a Alem entre dos sectores, uno encabezado por el gobernador Tejedor y el otro por el presidente Avellaneda dispuesto a federalizar la ciudad de Buenos Aires, acrecentando en ella el centro del poder político.
Alem no encontraba en ellos la representación popular genuina con la que se identificaba. Su guía era Alsina, el hombre que entre la muchedumbre exponía y sobresalía con su coraje pero también como político lo distinguía su formación delineando el papel de un estadista.
El conflicto quedó protagonizado entre Roca y Tejedor. Alem y José Hernández tendrán a su tiempo la tarea de plasmar en la disputa la postergada solución que nunca termina de cerrar las diferencias de un país complejo, de múltiples expresiones culturales y sentimientos que siempre estarán en lucha.
La concepción liberal y federal está entre los lineamientos de su pensamiento sostenido por las obras de los autores nacionales y extranjeros.
Su autonomismo, su adhesión a la figura de Adolfo Alsina, su anclaje en el barrio de Balvanera no le impidió ver el perjuicio, el efecto negativo, la afectación del federalismo, que la capitalización de Buenos Aires iba a generar.
Como si la civilización y barbarie se invirtiera. Aun cuando la ciudad todavía ve con temor las fronteras que la circundan, Alem ve en la centralización un enemigo para el desarrollo e integración de éstas.
Alem, hombre de ese Buenos Aires afiebrado por el movimiento de la inmigración, desdibujado el límite con el campo, recibiendo en sus orillas a aquellos que aún enganchaban sus caballos en la pulpería y los cuarteadores y matarifes se cruzan en los zanjones tempranamente oscuros de los arrabales, ese hombre que había trasmutado el chambergo por la galerita, aun cuando el poncho de vicuña enlazaba el cuello, acariciando la barba se enfrentaba en el ejercicio homérico de la palabra a José Hernández.
En un alarde oratorio Alem formula su pensamiento en la síntesis: Federalismo o Unitarismo. Se prolongará, afirma Alem las diferencias de poder consolidando la hegemonía de la ciudad en manos del poder ejecutivo, desnaturalizando la esencia equilibrada que supone el régimen federal.
Afirma «.el gobierno fuerte sobresale en el arte de impedir, no en el de hacer».
Quizá esas jornadas del 12, 15 y 17 de Noviembre tradujeran genuinamente el anticipo de una visión histórica bajo el diseño de una capital que se convierte en la sede del poder, bajo el precio de acentuar la lejanía y alejar más aún la representación política de las provincias subordinando sus autonomías a la macrocefalia dueña del poder, ejercido en ese ámbito recortado del puerto y centro del destino final al que los ferrocarriles conducirán. José Hernández, también del bloque autonomista defiende el proyecto del poder ejecutivo fundando sus bondades en que las leyes de la capitalización …Servirá al desarrollo económico del país alejando de su horizonte la perspectiva de las guerras civiles que la han precedido.
En las tensas jornadas donde se define el destino del país, Alem no cede, aun sabiendo que la ley será aprobada, y poniendo énfasis en la configuración futura del país, advierte que el progreso económico solo vendrá de la mano de su integración política, que asegure la libertad. Destino que no presume posible, profetizando la consagración de fuerzas oligárquicas en la detentación del poder.
Hacia el 90
Alem se sustenta en sus convicciones. En ellas se constituye y la acción política que las materializa expresa su impermeabilidad. No admite cruzamientos exteriores que afecten el núcleo con que vive la situación política. Así llegamos a 1886 (Sucesión de Roca) y ante los candidatos de éste Alem intenta hacer de Bernardo de Yrigoyen un hombre popular, que no lo es, y prevalece poder absoluto del militar que extiende su brazo ejecutivo en favor de su concuñado Juarez Celman. Roca instala en el gobierno sus familiares y amigos. El fraude objeto de todas las denuncias es el instrumento con que el hombre fuerte del ejército se impone en provincias y nación. La base para el gobierno autocrático está echada.
La furia de Sarmiento y la precisa conceptualización política con que Aristóbulo Del Valle centra la desnaturalización de los caracteres republicanos no alcanzan.
Roca prolonga con su concuñado su poder. El Régimen como modelo político. Los avances en materia económica no encuentran correlato con la denuncia como principio político sustento de la convivencia pacífica.
Es destacable y quizás la mayor condición de Leandro N. Alem, como hombre, el ejercicio pleno de su libertad que penetra en sus decisiones políticas, en que ésta como rebelión posibilita que su figura se recorte de lo colectivo. Aun cuando reconocía su admiración por Adolfo Alsina, su respeto por Sarmiento, como Bernardo de Yrigoyen con sus alcances intelectuales, su origen ideológico en Moreno y en Mayo, ejerce su libertad en los retiros y distanciamientos.
Se queda solo y se recrea sin arquetipos y emprende la lucha. Se reafirma en sí mismo, negando la sumisión de la obediencia. En cada etapa en que la lucha recrudecía sus apartamientos permitían el ejercicio de una libertad que lo diferenciaba y le permitía constituirse en el hombre que configuraba su realidad en integración con la realidad que las circunstancias imponían… Y en ella ponía su sello y le dio la estatura de la diferenciación que culminó en un destino también elegido por sí mismo.
Alem, el hombre, atravesó todas las dimensiones del desencuentro de nuestro país. Sobre sí mismo enlazaba su convicción, construía en la soledad, el apartamiento y se sumergía en las necesidades de la muchedumbre.
El PAN es el instrumento que fusione el Autonomismo y el Nacional es aprovechado por Roca. Juarez Celman continúa con la política del exceso y el personalismo en la esgrima del poder.
Contra esa desnaturalización de la administración nacional Alem, como presidente de la Junta Revolucionaria suscriben el documento, con A. Del Valle, Demaria, Goyena, Romero y Lucio V. Lopez, que plasma los objetivos de la recuperación de la cosa pública. Nuevamente había que enfrentar el poder de Roca. La revolución del 90 es la historia de esa gesta.
El Unicato con su personalismo, atrapado en su nepotismo, corrupción y las crisis económico-financieras no era inocuo. El puntapié dado por la construcción de la Unión Cívica de la Juventud derivó en la creación de la Unión Cívica en Abril de 1890. De la mano de Berroetaveña a la mano de Leandro N. Alem. Se dieron cita en el Frontón también católicos como José M. Estrada y Pedro Goyena, Aristóbulo Del Valle , Lisandro de la Torre, Juan B. Justo y el siempre vigente Bartolomé Mitre.
Ese mismo año (1890) la Unión Cívica dirigida por Alem puso en ejecución sus convicciones llevando adelante la conocida gesta revolucionaria de la revolución del parque o revolución del 90 poniendo de resalto la necesidad republicana de crear instituciones sin estar al servicio de los privilegios.
Cayó Juarez Celman pero siguió el influyente y astuto Carlos Pellegrini. La continuidad tampoco fue inocua y ante la consagración de la fórmula Bartolomé Mitre- Bernardo de Irigoyen nuevamente dió lugar a la celebración del Acuerdo entre Roca (PAN) y Mitre , invocando la necesidad de la unidad nacional. Al tomar conocimiento de ésta renovación acuerdista Leandro Alem se opuso dando lugar a la ruptura de la Unión Cívica. El 26 de Junio de 1891 conformaron la Unión Cívica Antacuerdista que luego se transformará en la Unión Cívica Radical. Mitre formará la Unión Cívica Nacional.
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