Por Claudia Birello
Para Grupo La Verdad
Reflejaba La Verdad en el año 1926, la tensión que se vivía en el Concejo Deliberante, que había iniciado con cruces verbales protagonizados en particular por el edil socialista Bravo con algunos de sus pares. El momento más complicado fue el enfrentamiento con el también concejal Benito De Miguel.
La Verdad, 22 de Mayo de 1926 – El bochornoso incidente ocurrido anoche en el Concejo Deliberante no es producto de ese instante, es el resultado lógico de la forma en que los debates se venían encarando desde tiempo atrás, dominados por la tendencia de personalizar todas las cuestiones, dando lugar así, en numerosas ocasiones, a altercados que han tenido su culminación en el pugilato y el de anoche constituye un desmedro para el buen nombre y prestigio de la corporación y sus componentes.
Se inicia la sesión
A las 21 horas dio comienzo la reunión bajo la presidencia del señor Salerno. Ocupaban sus bancas los concejales Ordiales, De Miguel, Borchex, Costa, Mendizábal, Bravo, Esquiróz, Palacín y Ferrara.
La partida para Asistencia Social
El debate se inició con la consideración del inciso y del ítem 6 que dispone la inversión de $ 6.000, para el establecimiento de una Asistencia Pública.
El concejal De Miguel se opuso a la sanción de esa partida, manifestando que era indispensable estudiar a fondo esa cuestión, debiéndose dictar una ordenanza reglamentaria de ese servicio.
Agregó que no existiendo una resolución que disponga la inversión de ese dinero, en el presupuesto no se podría incluir esa partida que dijo, era insuficiente pues implantado el servicio, erogarían gastos.
El señor Bravo defendió luego el despacho de la comisión, oponiéndose a la posición del concejal De Miguel, tarea en la que insistió el señor Esquiroz, quien hizo uso luego de la palabra, discutiendo, entre otras cosas, que el despacho de comisión se había reducido ya y que bien podrán invertirse $ 6.000 en una obra útil y humanitaria como la que motivaba la discusión.
El señor Ordiales dijo luego que el sector radical no votaría –agregó-, una partida de 6.000 pesos aunque la consideramos una necesidad.
El año que viene propondremos el aumento de la subvención al Hospital y el establecimiento de la Asistencia Pública.
El aumento de los impuestos –finalizó diciendo-, traería aparejada una resistencia en el pueblo que ya está gravado en cuatro millones de pesos por el adoquinado, además del costo de las próximas obras de salubridad.
El incidente
A continuación hablaron los concejales Ferrara y Bravo. Este último se refiere a las palabras del Dr. De Miguel, manifestando que si él comprendía la necesidad de la asistencia social no la sentía pues había nacido en una casa rica, donde no le enseñaron a sentir esa necesidad.
En cambio él, -agregó el concejal Bravo-, insistía en su argumentación pues desde su niñez experimentó esa necesidad, dado que quedó huérfano en sus primeros años.
Luego de hablar el señor Ferrara, replicó el doctor De Miguel con tono enérgico. Dijo que él había nacido donde había nacido y que si su familia tenía una posición desahogada la adquirió con el trabajo honrado. Sus padres –agregó-, le enseñaron los buenos sentimientos y educación y cultura para respetar a todo el mundo, que no sabía si el concejal Bravo las había recibido mejor.
El señor Bravo interrumpió al orador diciendo que lo que el concejal De Miguel había dicho insidiosamente era una infamia, palabra que repitió varias veces.
El presidente, señor Salerno, interrumpió la discusión advirtiendo al señor Bravo que no debía personalizarse, haciendo sonar al mismo tiempo la campana de alarma.
El concejal Palacín requirió de la presidencia, que permitiese al señor Bravo defenderse.
Mientras tanto, los concejales Bravo y De Miguel discutían fuertemente sin que sus voces se advirtieran claramente por el estrépito de la campana.
El señor Bravo insistía en repetir que lo que había dicho el concejal De Miguel era una infamia, en tanto que éste, contestaba negando la imputación.
Los concejales se toman a los trompis
La discusión continuó en el mismo tono, hasta que el Dr. De Miguel se dirigió hasta la banca del Sr. Bravo, quien también se adelantó unos pasos, tomándose ambos a golpes de puño.
La intervención de los concejales que mediante grandes esfuerzos consiguieron separarlos, impidió la continuación del pugilato que duró varios instantes.
En esas circunstancias, el concejal Ordiales se adelantó hacia la presidencia pidiendo se hiciera constar en el acta que el sector radical se retiraba del recinto protestando contra la actitud del concejal Bravo que desde hace tiempo desviaba el debate con discusiones personales.
Simultáneamente, el señor Mendizábal increpaba al señor Bravo, acusándolo de ser el promotor del desorden.
El presidente levanta la sesión
El presidente, señor Salerno, ante la imposibilidad de hacer retornar el orden a las deliberaciones, declaró levantada la sesión.
Algunos concejales, a pesar de esto, continuaron en el recinto, entre ellos el señor Bravo, quien dirigiéndose a sus colegas de sector, calificó duramente su actitud, pues permanecieron en silencio cuando los concejales radicales y conservadores lo atacaban con vehemencia.
COMENTARIO PÚBLICO
La Verdad, 31 de Mayo de 1926 -Ha sido casi el único tema de los comentarios en todos los círculos de nuestra ciudad, el incidente ocurrido anteanoche en el Concejo Deliberante, entre los miembros de esa corporación, señores Bravo y De Miguel.
Para poder juzgarlo es indispensable conocer la manera en que se venían desarrollando los debates de ese cuerpo desde hace un tiempo atrás.
El representante socialista que participó en el entredicho, había adoptado una forma de encarar los asuntos, desviándolos con personalizaciones hacia otros miembros del Concejo, que a muchos de ellos hería en susceptibilidades, dando como consecuencia réplicas que día a día fueron aumentando en su tono, a causa de la repetición de las causas originarias.
El señor Bravo, en sus frecuentes intervenciones en los debates, utilizaba formas de decir, expresiones o frases ambiguas, que sin atacar directamente, menoscaban la persona de los concejales con quienes disentía, provocando así un ambiente de nerviosidad que hizo crisis en la última sesión.
Particularmente el Dr. De Miguel, a quien le tocó defender el punto de vista de la mayoría del Concejo, formada por radicales y socialistas en la consideración del Presupuesto, sostenía continuamente con el señor Bravo, discusiones muchas veces fuertes, que éste último provocaba en su afán de personalizar las cuestiones.
Por ello el bochornoso suceso ocurrido anteanoche, más que el producto de la discusión entonces habida, fue el resultado lógico de un sistema de violencias verbales utilizado por la representación socialista y en especial por el señor Bravo, que siempre mereció nuestra condenación y que ahora, puesto de relieve ante la opinión pública debe desaparecer del Concejo Deliberante para
La ausencia de un concejal
En la crónica que aparece en otro lugar, sobre la sesión del Concejo Deliberante, recorrimos la nómina de los concejales asistentes a la reunión y echamos de menos el nombre de Ramón Bravo, uno de los ediles cuya concurrencia asidua a las deliberaciones es bien notoria. Nos ha llamado la atención su ausencia, tanto más, por tratarse de la primera sesión habida después de la “contundente” de las otras noches.
No hemos averiguado si el señor Ramón Bravo se halla o no en Junín, o si guarda cama (cosa ésta última que lamentaríamos mucho), o si algún grave impedimento haya sido óbice a su autorizada presencia en el Concejo.
Nosotros señalamos simplemente la novedad que nos causa esa ausencia, sin indagar motivos, menos suponerlos en un sentido deprimente al valiente apellido que lleva el aludido concejal y a la aguerrida estirpe de sus antepasados, los aborígenes de nuestro país.
No, la palabra miedo nunca rezará con el Señor Bravo.
Sin embargo, por ahí se murmura que se está operando en el Señor bravo, una transformación notable, a raíz de la lección práctica que recibió en el Concejo y cuyos frutos consistirán en una rara prudencia suya en el decir y en el obrar.
El Señor Bravo está dispuesto a ejercitarse desde ahora, en la primera virtud teologal: la prudencia.
Por de pronto, el no haberse presentado a la primera sesión del Concejo, cuando los ánimos no se han calmado y se susurra un suave “venticello” de expulsión, es un indicio seguro que corrobora esta inocente murmuración.
Si es así, nos felicitamos de las consecuencias del discurso práctico del Dr. De Miguel.
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