Desde la segunda mitad de siglo pasado, las actividades desempeñadas por los hombres fueron generando desequilibrios en la biósfera, afectado su estabilidad. Sorpresivamente, no es el consumo energético de los ciudadanos el responsable, ya que la mayor incidencia sobre estos desequilibrios, tiene que ver con el uso, demolición, diseño, construcción, y reciclado de edificios, junto a todos los procesos que estos involucran. La realidad es que más del 40% de la energía que se consume en el planeta, se destina a la construcción.
La continuidad de estas practicas a lo largo del tiempo, resultaron en la crisis energética actual, afectando tanto a países emergentes como del primer mundo…y nuestro país tampoco escapa a esta situación.
El problema nos aqueja hace varios años, y no solo impacta en los montos elevados de las facturas de los ciudadanos, y calidad del servicio, sino también en el ámbito de la arquitectura y la construcción.
Desde que se reglamentó la ley 13.059 sobre acondicionamiento térmico, se estableció un enfoque sustentable de la arquitectura, entendiéndola como un proceso para ahorrar energía, lograr el bienestar humano sin dañar el equilibrio del ambiente, y de sus recursos naturales. Cuando hablamos de ahorro de energía, hacemos referencia al ahorro de combustibles generadores de esa energía, la que es consumida en diversas formas, pero fundamentalmente en construcción, calefacción, refrigeración e iluminación.
A pesar de esto, y de la obligación de los municipios de hacer cumplir la ley, continúan aprobándose las malas practicas constructivas, y se otorgan permisos de nuevas obras que no contemplan los coeficientes reglamentarios para techos y muros. Como consecuencia, se ocasiona un mayor consumo de energía que redundan en elevados costos para los usuarios, y un mayor gasto de recursos no renovables.
Es primordial para lograr una arquitectura sustentable, y un esquema sostenible de consumo energético, poner en práctica los principios de la ley 13.059/Decreto reglamentario 1030/10. Deben aprovecharse al máximo el calor, y la iluminación que nos ofrece el sol en el invierno. En verano controlar la incidencia de los rayos solares evitando las temperaturas excesivas y aprovechando vientos y brisas frescas para una adecuada ventilación natural, junto con la sombra y resguardo ofrecidos por las diferentes especies arbóreas. Los aislantes juegan un rol fundamental, ya que techos y muros correctamente aislados podrán reducir las perdidas de calor en invierno, y las ganancias en verano.
“Los principios bioclimáticos deben aparecer como un hábito en la construcción y no como una rareza o una excepción. Por eso se debe hablar de buenas prácticas y de buena arquitectura y no de arquitectura singular” Javier Neila.