Desde hace décadas, el sector inmobiliario brinda seguridad a los inversores que cuentan con un capital ahorrado. A continuación, algunas recomendaciones sobre las variables a tener en cuenta para lograrlo con éxito:
La primera es la ubicación del proyecto. Es de suma importancia relevar el entorno en donde se quiere invertir. Esto proporcionará un parámetro del crecimiento o decrecimiento del barrio en el cual está implantado el proyecto. Otro punto importante dentro de la ubicación es la cercanía con arterias importantes o medios de transportes, haciendo más rentable la inversión, y, por último, relevar las proximidades con entidades importantes como facultades, bancos, comercios, etc. Esto nos da un incremento en el valor del inmueble.
La segunda es el análisis del proyecto arquitectónico, el cual está relacionado con el punto anterior, debiendo este brindar las prestaciones necesarias para aumentar el valor del proyecto. Por ej. Si el proyecto está situado cerca de una institución educativa importante, se debe estudiar que comodidades buscan los posibles consumidores, de esta manera la inversión tiende a ser más exitosa.
Luego está la relación entre el costo y el beneficio. Este punto se enfoca básicamente en el aspecto económico, haciendo una relación entre el precio del m2 de construcción con el m2 de venta, arrojando una ganancia estimada. Estos valores están dados por el mercado actual. En el caso que el beneficio no sea conveniente, se deberá rever los puntos anteriores, ya que puede ser que el problema no sea en el tipo de inversión sino en cómo se esté ejecutando la misma.
Y por último y quizás la más importante, es el sistema de financiación y método de implementación en la ejecución del desarrollo inmobiliario. Hoy en día, debido a la situación de incertidumbre del país, la forma de inversión más conocida es la del fideicomiso al costo. En términos legales, es un contrato mediante el cual el fiduciante deja asentado que entregará la propiedad fiduciaria sobre determinados bienes al fiduciario. Este es el encargado de administrarlo con el fin de obtener beneficios que serán destinados al beneficiario previamente establecido en el contrato y siguiendo las condiciones enunciadas. Al cumplirse el período de tiempo que se estipuló en el contrato, el fiduciario debe transmitir los beneficios y el bien recibido al beneficiario.
Este sistema tiene múltiples ventajas, porque al ser una figura autónoma, los fiduciantes, los beneficiarios o el fiduciario, quedan desvinculados del patrimonio del fideicomiso, siendo este inembargable, o sea, que si cualquiera de las figuras que componen el fideicomiso presentan problemas legales, el fideicomiso sigue ejecutándose.
Otra de las ventajas es la flexibilidad que posee, debido a que se le puede dar al contrato una estructura adecuada a cada caso en particular. El más conocido es el fideicomiso al costo, el cual los inversores terminan pagando el costo del inmueble adquirido, evitando de esta manera el valor agregado o ganancias que puedan pretender los desarrolladores inmobiliarios.
También existe la modalidad tradicional, mediante una sociedad anónima, que básicamente es un contrato en el cual dos o más personas se obligan a poner en común dinero bienes, con ánimo de trabajar en común y repartirse entre sí las ganancias que, a diferencia del fideicomiso, no es autónoma. Por lo cual, cualquier inconveniente en alguno de sus integrantes, puede afectar directamente sobre los bienes de la sociedad.
Es de suma importancia tener en cuenta todas estas recomendaciones a la hora de realizar una inversión para que esta tenga los alcances deseados, y así poder obtener mayores rentabilidades.