Por Amelia “Baby” Bertero
Amelia “Baby” Bertero reflexiona sobre el resurgimiento del girasol en la región, un cultivo que marcó el inicio de su carrera y que hoy renace con fuerza. Destaca la evolución del cultivo, los desafíos que enfrenta y el rol clave de los jóvenes en su futuro. Una historia de pasión, perseverancia y gratitud hacia un cultivo que define parte de nuestra identidad agrícola.
El girasol, ese cultivo que marcó el inicio de mi vida profesional y que hoy, al final de mi trayectoria, regresa como el hijo pródigo a esta zona, despierta en mí un torrente de sentimientos encontrados. Cuando ingresé al INTA Pergamino en 1969, el girasol estaba en auge por esta zona. Por entonces, no existían los híbridos que hoy conocemos, pero ya se trabajaba en su mejoramiento, en la resistencia a enfermedades y en la búsqueda de soluciones para los desafíos que presentaba. Así fue como el girasol me atrapó, y desde entonces, mi vida ha estado ligada a este cultivo que es una pasión.
El 7 de febrero se llevó a cabo la I Jornada de Girasol en Junín.
Hoy, al ver su resurgimiento, siento una profunda satisfacción. Es como cerrar un círculo, volver a los orígenes, pero con la mirada puesta en el futuro. El girasol no es solo un cultivo; es un laberinto de desafíos que nos invita a buscar soluciones, a innovar, a perseverar. Y eso es lo que lo hace tan apasionante.
A los jóvenes que hoy se inician en este camino, les digo: el girasol es un cultivo que enamora, que te desafía y te exige lo mejor de vos. Es un cultivo que, a pesar de los altibajos, siempre vuelve, porque es necesario, porque es parte de nuestra identidad como argentinos.
Recuerdo aquellos girasoles que sembraban nuestros abuelos hace 50 años atrás que no tienen nada que ver con lo que se siembran en este momento. Aquellas eran poblaciones de materiales que se enfermaban, y cuando se cosechaba era apenas una cuarta parte de lo que se esperaba.
Hoy, gracias al avance de la genética y al manejo agronómico, el panorama es completamente distinto. Contamos con híbridos resistentes, tecnologías que nos permiten enfrentar los desafíos de manera más eficiente, y un potencial que sigue creciendo. Sin embargo, aún queda mucho por hacer. La agronomía debería acompañar más de cerca al mejoramiento, y es ahí donde los jóvenes tienen una oportunidad para encontrar las técnicas más adecuadas para cada situación, para cada híbrido, para cada desafío que el girasol nos presente.
I Jornada del Girasol
Quiero agradecer a todas las instituciones que han hecho posible este reencuentro con el girasol: al INTA, a ASAGIR, a la UNNOBA, y especialmente a Juan Ignacio Fariña integrante de la Asociación de Ingenieros Agrónomos de Junín (AIAJ), quien fue el impulsor de este encuentro que reunió a 130 personas con un mismo objetivo: mirar al girasol con ojos de presente y futuro.
Estoy convencida de que este cultivo, que tanto ha dado a la Argentina y a los argentinos, seguirá siendo parte fundamental de nuestra agricultura y de nuestra mesa.
El girasol es, sin duda, un cultivo para quererlo, para cuidar y para seguir apostando por él.
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