Por Claudia Birello
Para Grupo La Verdad
Hay empresas y comercios que han superado el siglo, sobreviviendo a cambios y una economía por lo general en crisis. Pero que gracias al empuje inicial aún existen y las fachadas de sus locales permanecen en la memoria de los Juninenses. Una de ellas es la Florería Lanza, que nació en R. Sáenz Peña 424 y aún permanece.
La Verdad en sus más de 100 años de camino recorrido, reflejó en sus páginas, la historia de sus fundadores.
La Verdad, Marzo de 1933 – Estoy escribiendo bajo la advocación de un ramo de flores –de las flores más hermosas que Junín produce-, lo cual en buen romance quiere decir que acabo de hacerle un reportaje a Hiram Lanza…
-Ah, sí, dirán algunos…nuestro estimado convecino de la calle Sáenz Peña.
Ahora, sí, un vecino más, respetado, rodeado de la consideración general, exponente representativo del comercio, jefe de un hogar numeroso. Pero detrás de esa figura popular, familiarizada con las rutas vulgares de la ciudad, mecanizada de rutina, hay toda una vida de novela que el reporter no puede escamotear a su propia curiosidad y a la ajena.
Lanza es uruguayo, hijo de genovés y criolla, nacido en el ’80, (1880) en la tierra, como digo, de los campeones olímpicos. Pequeño todavía alcanzó a balancear como debut, dos revoluciones nuestras, las del ´90 y el ´93. Un año más tarde la familia se trasladó a Transvaal, allí nomás, en Sudáfrica, . Allá cultivaron la tierra y negociaron hasta que los apresó la guerra.
Lanza, como su padre, excelente soldado, hizo armas también contra Inglaterra, siendo herido en la retirada de Tugela River, página histórica en que está escrita la rebeldía gloriosa de un pueblo libertario contra la prepotencia imperialista.
Horas azarosas le siguieron después. En ellas recorrió Lanza buena parte de Europa, utilizando los grandes conocimientos de “Chef” de cocina que había adquirido en Johannesburgo, en los mejores hoteles del viejo continente. Estuvo en Holanda, Francia, Bélgica, España…Cuando regresó al Plata, traía como bagaje total de sus andanzas remotas, una herida gloriosa, el dominio de cuatro idiomas –más el dialecto Zulú- y una mano maestra para satisfacer el más exigente paladar de un buen gastrónomo. Y venía además con el alma llena de horizontes lejanos…
Ya en la Argentina, el Jockey, el Palace o el Paris de la metrópoli lo contaron como “chef”. Desde luego ofreció sus soberbias producciones culinarias en más de una playa o ciudad de recreo. Su fama, en ese sentido, le granjeó una situación preponderante en el gremio.
Pero Lanza, alma aventurera, era ante todo horticultor, amante del campo, de los árboles y de las flores que habían constituido el maravilloso panorama de su primera juventud.
Poseedor de los conocimientos generales del bachillerato, permaneció algún tiempo en las plantaciones gastronómicas de la Paternal, y ya en Junín, donde arribó en 1901, formó un pequeño capital, tendiente a instalarse con su propio jardín.
Y he aquí que mientras febrilmente consigno estas informaciones biográficas que me permiten ahora reconstruir la vida de uno de los hombres más interesantes de Junín, el bonito Chevrolet de mi entrevistado, enfrenta una larga y copiosa hilera de pinos que nos conduce directamente a su residencia de campo. “Jardín Modelo” reza la portada y tal es por su extensión, por la magnificencia de su variedad y de su colorido, por su panorama polícromo y aromado por la técnica de su cultivo, por el paisaje, en fin, que sustrayéndonos al prosaico ambiente cotidiano, nos satura el alma lentamente, de perfume, de gracia y de color.
-Adquirí esta tierra, me dice Lanza, en 1910. Desde luego era entonces un rastrojo de maíz. Las primeras actividades de horticultura sufrieron a poco andar, un serio contratiempo debido a circunstancias inherentes al oficio. No me desanimé por ello y mientras por una parte practicaba mi antigua profesión de “chef” para sostenerme, por la otra dedicaba mis horas libres y mis ahorros al entonces pequeño jardín. De este modo he logrado transformarle finalmente en el vivero que usted ve.
Surge como paréntesis la presentación de la esposa, noble señora que ha secundado al compañero de su vida con todo el entusiasmo y la dedicación de una mujer de su tiempo.
-Todos, también mis hijos, debo manifestarlo satisfecho, dice Lanza, han colaborado conmigo en la ardua obra que vamos llevando a cabo. Pero venga, hagamos una recorrida…
E iniciamos entonces la gira de circunvalación al Jardín Modelo. Invernáculos, reparos, ranchos de protección para los frutales, equipo de luz eléctrica y motor para riego, toda la rama de las aplicaciones modernas tendientes a una selección exquisita y severa, ha utilizado Lanza en su vivero. Produce en él –y son cuadras enteras de cada variedad a recorrerse- todo lo que en un jardín de esa naturaleza puede darse. El sistema de injerto ha llegado en sus manos a una perfección asombrosa. Tiene plantas exóticas que en este clima y en esta tierra no se dan y cuyos frutos él ha logrado a base de amorosa dedicación. Se las compone tan hábilmente que adelanta algunas cosechas en media temporada. Y flores, sobre todo muchas flores de toda índole, de todo tipo, tamaño y colorido, como si su quinta, a treinta cuadras más allá del pueblo, fuera nada menos que aquella isla famosa de la eterna primavera que la reina mitológica mostró a Ulises cuando regresaba de Itaca…
-He cultivado, me dice después, una estrecha amistad con Mario Estrada, con el Ing. Mario Estrada, asesor técnico del Departamento de Agricultura del Pacífico, quien me ha dado en muchas ocasiones, preciosas sugerencias y del que he recibido siempre elogios que quizás no merezco. Sus juicios acerca de mi vivero han sido para mí, valiosos estímulos.
Y Lanza habla de sus éxitos, con la modestia propia de su carácter noble y sereno, pero con la satisfacción del que los ha logrado venciendo dificultades sin cuento. Porque más que un comerciante exclusivamente, hay en él un artista, un artista hondo y reconcentrado que busca en la gama de sus flores, la plasticidad necesaria para que ellas hablen al conjuro de su belleza suprema, el lenguaje del alma…
-Afortunadamente, agrega después, mis sacrificios han obtenido digna recompensa. “Jardín Modelo” es conocido en casi toda la República y de lejanas regiones vienen aquí en procura de las plantas que por ahí no se encuentran. Con decirles que en un año he remitido a distintas partes, 18 vagones de plantas.
Pasamos luego al interior de la residencia donde Lanza revuelve en cómodas patriarcales, viejos recuerdos, publicaciones que se ocupan de él extensamente, fotografías familiares de otras épocas, una reproducción revisteril de su hija Elena, pequeña, sosteniendo una canasta de frutos en una evocación dulce, ingenua, candorosa, de niñez. Destacó de entre ellas la estampa de otra de sus hijas, Emma, emergiendo el busto armonioso de entre un mar de clavelinas y sonriendo ella misma como la más bonita de las flores.
-Motivo para un poema –le digo- y podría ser titulado con el epígrafe vulgar y anacrónico pero siempre nuevo, como que es inmortal, de “Primavera”.
Nada más después. Mientras volvemos al centro lentamente, ya sobre mediodía vamos resumiendo en frases cortas las impresiones de la mañana que en mi intentan desaparecer con el retorno a la vida cotidiana y febril de las calles. Pero me ha quedado como saldo de la vida, una grata sensación de luz y poesía en el alma. Lanza es también, a su modo, un poeta del color, un artífice de la forma, un forjador de belleza que olvidó ya sus viejas y azarosas aventuras de Transvaal para concentrar su madurez tranquila en un atalaya de serenidad y de paz desde el cual ve emerger a su alrededor, la dulzura de su hogar, lo mismo que la sonrisa de su hermosa hija Emma entre las clavelinas.
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