Primero arrancó comprando bolsas de alimento y dándoles a los perros del barrio, o repartiéndolas entre las proteccionistas. Siempre deja baldes de agua en la puerta de su casa y negocio para los “callejeritos”. Y un día, escuchando una necesidad, fue más allá: comenzó a elaborar carros para los perros discapacitados.
Entre trabajo y trabajo, David Manzone se las arregla para hacerse un rato y poder ayudar a estos seres indefensos, generalmente abandonados, y que sufren la inmovilidad, lo que los transforma en más vulnerables aún.
Luego de cumplir horario en Acción Social del Servicio Penitenciario, David se dedica a la carpintería. Con esa habilidad manual, se fue dando maña para construir carritos que no fueran demasiado pesados, ni incómodos ni caros. Y así fue como se le ocurrió usar caños de agua que une con termofusión, con ruedas y adaptados a la medida de cada perro.
“Cada uno tiene distinto peso y tamaño, o con algunas dificultades. He encontrado perritos postrados toda la vida, que apenas apoyaban la punta del pie porque no sabían caminar. Por eso había puesto rueditas giratorias adelante, otros con cuatro ruedas”, cuenta David a LA VERDAD.
Incluso le vienen a pedir de otras ciudades de la zona, por la escasez en el mercado de mano de obra de estos carritos.
“Empezó de casualidad hace tres años, me animé a empecé a hacer… no sabía que había tantos perros discapacitados”, detalla. En las dos horas que tarda en confeccionarlo, comparte charlas con los dueños de los perros y hasta se forja una amistad.
“Me traen los materiales, pero siempre van quedando pedazos de caño, curvas, que sobran de otros carritos, así que con eso confecciono otros nuevos. Incluso, después se intercambian entre los dueños”, explica.
Y sobre esto cuenta una historia: “Carolina, una chica que trabaja en una estación de servicio de la ruta, vio que un vecino tenía una perra muy abandonada así que ella la empezó a ayudar. Hicimos el carrito y la perrita fue recuperando fuerza, volvió a caminar, entonces ese carrito lo pasan a otros o me lo traen a mí para adaptarlo por el tamaño”.
“Yo no cobro nada por mi trabajo. Creo que demasiado tiene esta gente con el peso de acarrear al perro, llevarlo a caminar, limpiarle sus necesidades…. A mí no me cuesta nada colaborar con esto”, dice.
David resalta que siempre tuvo un amor especial por los animales, y vio que él podía contribuir, con este trabajo que no todos están capacitados para hacer, para mejorar la calidad de vida de las mascotas.
Ya lleva hecho más de cien carritos, y cualquiera que pueda necesitar uno para su mascota, puede comunicarse a través del Facebook con David Manzone. Querer es poder, reza el dicho, y es tal cual en este caso: a pesar de todas sus ocupaciones laborales, él saca tiempo y ayuda. Una solidaridad digna de destacar e imitar.
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