Quisiera hoy decirles y desearles a los y las colegas un muy feliz día, quisiera y de hecho lo hago, pero sabiendo que es una simple y casi automática expresión de deseo alejada de la triste realidad y los sentimientos que hoy atraviesan a los miles de odontólogos/as del país y en particular de la provincia de Buenos Aires.
Esta realidad que no es nueva pero que cada tanto se exacerba y hoy nos recuerda a los que ejercemos hace varios años, a lo vivido en 2001/2002.
Una realidad de la que seguramente somos responsables por acción u omisión pero víctimas al mismo tiempo de un sistema que atrapa y asfixia. Sistema compuesto entre otras cosas por obras sociales y prepagas que deciden cuánto, cuándo y a veces cómo el profesional se hará de sus honorarios ganados con interminables horas de consultorio. Pero esta es solo una parte de la maquinaria exprimidora de odontólogos, también la integran entidades creadas para y por los odontólogos (aquí eximo a los círculos odontológicos, únicas entidades en defensa del profesional) que lejos de protegerlos los precarizan y oprimen negándoles por ejemplo una jubilación digna que no los arroje por debajo de la línea de pobreza. Esas mismas entidades son las que a esos colegas los persiguen, intiman y ejecutan cuando durante un periodo de tiempo se les ha hecho imposible cumplir con sus aportes jubilatorios y de obra social obligatoria.
Todo este coctel de situaciones que atraviesa/ atravesamos los odontólogos hace que cada vez más colegas decidan retirarse de la atención de las obras sociales y prepagas, que reitero, deciden cuánto y cuándo los prestadores cobrarán por lo trabajado. Y esta decisión no se toma por ambición o falta de empatía con los pacientes, se toma por necesidad. Hay que entender y si es necesario explicar que cuando un odontólogo atiende a un paciente, está gastando en dólares, sí, gastando en dólares porque no existe industria nacional que provea de la enorme variedad de insumos que se utilizan en la práctica odontológica, por lo tanto el 95 % de esos insumos se importan, y luego debe esperar salvo alguna excepción, tres meses y hasta cinco o seis para cobrar en pesos el trabajo realizado, en un contexto económico como el que nos atraviesa como país.
Más allá de todo, ejercemos una profesión que elegimos y nos apasiona. Las grandes satisfacciones no tienen que ver con lo económico, vienen del placer que nos genera la conformidad, el agradecimiento y felicidad de los pacientes que se han sentido contenidos y cuidados por nosotros.
Por eso queridos y queridas colegas hoy les deseo un feliz día porque nos lo merecemos, pero recordando que la felicidad va a depender sólo de nosotros y de las decisiones que tomemos para nuestro futuro. También es mi deseo que en el futuro podamos seguir celebrando nuestro día y no llegue el día en que tengamos que conmemorarlo.
(*) Odontólogo. MP 60863
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